martes, 15 de septiembre de 2009

La Terquedad de Sarmiento

En el fondo de la casa de Sarmiento crecía un limonero.
-¡Un naranjo! –decía Sarmiento.
-¡Un limonero! –decía su hermana.
Como Sarmiento era esperado todas las tardes, de vuelta de la presidencia, su hermana se propuso poner término a la eterna disputa.
Llegó Sarmiento y se dispuso a beber su delicioso vaso diario de jugo de naranjas. Lo probó luego gritó, arrojándolo con furia y gesticulando como un demonio:
-¡Esto no lo has preparado con naranjas, sino con limones!
-Estás equivocado, Domingo, porque he cortado los frutos con mis propias manos del árbol del fondo, que tú sostienes que es un naranjo.
Y Sarmiento repuso, sin declararse vencido:
-Pues si el olmo no da peras, hay naranjos que dan limones.

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